El comienzo
de un nuevo año, para nosotros, es sol y calor. Días en los que la luz
nos acompaña hasta muy tarde, tiempo de sombras largas que se dirigen
hacia el norte. Antes que el sol definitivamente empiece su camino hacia
el extremo boreal, vamos a esforzarnos por aprovechar este verano, y
aprovechar, significa salir lo más posible a escalar, subir montañas,
andar en bici, caminar o solo permanecer en la naturaleza. Un compromiso
que hemos adquirido con nosotros mismos hace mucho tiempo ya y que se
proyecta en nuestros planes, es nuestro estilo de vida. Por eso, en los
últimos días de 2015 limpiamos el interior de la camioneta, le revisamos
las cosas que hay que revisar y Laura empeñosamente organizó dos bolsos
con equipo para escalar y también para el campamento. Llevamos otras
cosas más como sillas y una mesa de camping, el equipo de mate, una
cuantas botellas con agua, dos cajas con comida y ropa. Brindamos por un
año nuevo y a mí se ocurrió pedir tres deseos para este 2016:
incertidumbre, adversidad y peligro. Laura comparte esto conmigo y
sabemos que, sobre todo, depende de nosotros lo que ocurra, tener la
iniciativa para no dejarse manejar por las circunstancias.
Habíamos invitado a varios amigos para compartir este viaje pero fueron
desistiendo, se fueron quedando y el 2 de enero tempranito, como decimos
aquí, salimos desde Neuquén para Bariloche. La ruta llena, dificultades
en el transito que se hacen menos pesarosas con unos buenos mates.
Desde Bariloche, continuamos mientras comíamos unos panes y queso hasta
la ruta para El Bolsón. Peor, horrible víbora metálica serpenteante
sobre la carretera a treinta por hora en algunos tramos, camiones
subiendo muy lento y muchos autos. Al llegar nos interceptaron unos
chicos del Club Lacar de San Martin de Los Andes que venian de Piedra
Parada, fuertes escaladores que como los vemos cada tanto y los
conocemos desde muy chicos tenemos que esforzarnos para reconocerlos en
cada uno de estos esporádicos encuentros. Amablemente se dirigieron
hacia nosotros y la verdad que es una alegría verlos y saber cuánto han
progresado deportivamente, están de verdad fuertes. Después compramos
algunas cosas y seguimos para Esquel, poco antes de llegar a esa ciudad
el camino se divide y tomamos a la izquierda una ruta que después de
unos kilómetros se convierte del asfalto a la tierra. Llegamos a
Gualjaina y solo pasamos, mirando las casas y la plaza me tenté con una
cervecita, pero quedaban kilómetros de curvas. Con sol aun, ingresamos
al camping de Mario Moncada justo a 300 metros del ingreso al cañadón de
la Buitrera y abajo de la Piedra Parada en la costa norte del rio
Chubut. Nos registramos,hicimos una observación respecto del bajo
precio del camping y enseguida nos encontramos con Tincho, Bianca y
Betiana de San Martin de los Andes quienes en el acto nos invitaron una
cerveza y tortas fritas una combinación de alimentos bastante
desprestigiada pero que repetimos varias veces. Después nos fuimos a
acampar acomodándonos al lado de su
camper construido sobre una Toyota roja. Abajo de un sauce, estacionamos
la camioneta y la carpa cerca del fogón.
La paz del lugar y el
ambiente de gente escaladora lo hace muy parecido al paraíso para
nosotros, extensos desayunos y no menos extensas sobremesas luego de la
cena, ya que en esos lugares el almuerzo es un sándwich o una fruta bajo
las vías de escalada. Como pocas veces, cocinamos con fuego de leña y
Laura evocaba sus inolvidables viajes en familia con su padre, el Nene
Poljak su mamá Elsa y Tony Poljak, su hermano. Con hornito chileno para
el churrasco, recorrieron los ríos y lagos persiguiendo a los evasivos
peces que al Nene le encantaba pescar. Historias en motor home que
incluyen a "la Rayen", la foxterrier destinada a la cacería de jabalíes
que terminó durmiendo en la almohada de Elsa y su gusto por andar en
lancha. Todo eso; recuerdos, panes, buzos, pantalones, todo ahumado y
las pantorrillas picadas por los tábanos como cuando era un niño en el
fundo el Coihue.
Salíamos después del desayuno para el cañadón
de la Buitrera donde se encuentran las vías de escalada que aparecen en
cada risco. Hay de toda dificultad y las vienen equipando desde hace
muchos años, Fideo Molina ha sido pionero en esto y la realización del
Rock Trip Petzl en 2012, un encuentro de escaladores de alcance global,
consolidó el lugar y lo promocionó a nivel mundial. La calidad de la
roca, la estética y las particularidades de las vías lo hacen un lugar
con cinco estrellas para la escalada deportiva.
Cada día
repetíamos el rito de caminar ese par de kilómetros, elegir algunas
vías, prometer que al otro día nos levantaríamos más temprano y después
de dos o tres escaladas decir: "hoy corto la cuerda" porque tenía un
machucón bien fiero cerca de una punta. Esa cuerda es un aspecto
especial de la salida, prestada gentilmente por nuestro amigo MartiN la
llevamos porque no teníamos una tan larga, estaba endurecida, bigotuda y
gorda, nada apetecible por cierto, pero era la que había disponible y
prestó buen servicio aunque pesaba mucho y le costaba pasar por el
dispositivo de freno (Gri Gri). Laura escala muy lindo, yo endurecido
sin ganas de golpearme sufrí bastante aunque por alguna razón me
despertaron una especie de desafío esas dificultades.
A los pocos
días arribaron Alejandro (Ranger) García Micocci y Gonzalo Azuaga,
descollantes miembros de Bariclim, organización autoconvocada de
escaladores barilochenses. También Cande y África acompañaron esas
jornadas cuando se fueron los chicos de San Martin de los Andes. Al irse
Tincho, Betiana y Bianca nos dejaron un calentador TORCH nuevo de
regalo, gratificante sorpresa que empezamos a usar calentando aguan en
el cañadón para tomar unos mates entre escalada y escalada. Por último
llegaron los miembros de La Legión; subagrupación semi clandestina de
Agreste Sur, muy jovencitos y motivadísimos, Juani y Franco Toscani,
Leandro Casamayor, Leandro Maureira, Cesar Ventura y Agustín García.
Aporte juvenil y buenos recuerdos de muchas salidas, entre ellas haber
compartido la cumbre de Aconcagua hace un año con los dos Leas y Juani.
Conocimos bastante gente y no olvidaremos a Roy Bairo y su compañero con
aspecto de Koinor ultra macizo que se cepillaba los dientes con tres
maquinas diferentes a toda hora. Buenos escaladores y buenos tipos
venidos de California. En el camping y en el cañadón me llamo la
atención la cantidad de familias con chicos que pasaban sus días
escalado y jugando bajo las paredes, una opción entretenida y novedosa
para muchas parejas con hijos, amantes de la aventura y la naturaleza.
Las vías tienen los nombres ingeniosos y a veces cómicos que se les han
ocurrido a quienes con una buena dosis de creatividad, gran capacidad
motriz y advocación por la actividad las diseñaron y equiparon. La
dificultad responde a los condicionamientos que ofrecen para ser
transitadas y la graduación es un consenso entre lo propuesto por el
equipador y muchos escaladores de buen nivel. Van de 5 a 8 y el
incremento de dificultad es exponencial, lo que determina que la
diferencia entre 5 y 6 es casi insignificante comparada con la que
separa a 7 de 8. Cada día escalábamos juntos o acompañados por alguno de
nuestros amigos. Casi al finalizar nuestro tiempo allí, en una zona del
cañadón conocida como "La Clavera", Laura tuvo dos lindos vuelos y en
uno impactó su pie con la roca que le provocó bastante dolor ya que sus
tobillos están muy maltrechos por numerosas esguinces producto de
aterrizajes en paracaídas sobre piso irregular. Ella continuo probando
vías hasta lo último y yo seguí bastante limitado y un poco molesto por
mi pésima performance. No había sentido antes una sensación tan
angustiante frente a una posible caída, no me asustaba llegar al piso ni
nada parecido, solo que mi mente se adelantaba al dolor de una
compresión en la espalda, esa sensación de pérdida de fuerza y calambre a
la vez. He convivido con ellas desde hace más de un año y cada vez me
siento mejor pero suele volver cuando no estiro, cuando no hago
abdominales suficientes, cuando no me relajo o cuando se le da la gana,
no sé bien. Trabajo y pongo optimismo para superar esto, pero a veces
puede más que mi voluntad, me automotivo y también de vez en cuando
decaigo y acuso a la moral del dolor aunque sé que no puede ser. Con el
paso del tiempo el reflejo se va extinguiendo, empieza a ser solo eso y
me rio de mi mismo cuando me detengo antes de saltar por miedo a ese
dolor, porque el salto sale bien después de hacerlo recurriendo a una
esfuerzo consciente, solo que cuando ocurre de verdad se refresca y dura
un tiempito. Nada es para siempre y esto en un tiempo será una anécdota
más, estoy seguro de eso.
Una tarde charlamos la idea del
regreso y nos propusimos hacerlo por rutas provinciales de tierra que
unen Piedra Parada con Neuquén pasando por Ingeniero Jacobacci. Ya lo
habíamos contemplado antes de salir, pero lo desestimamos en ese
momento. Llamamos a casa para avisar nuestros planes y verificamos
algunas cosas como carga importante de agua, la camioneta, el teléfono
satelital y un termo con agua para el mate. Antes de salir, dejamos en
las carpas de nuestros amigos algunas cosas para comer, un calentador
que nos habían pedido prestado, unos envases de cerveza y salimos.
Cerramos la tranquera del camping y a los pocos metros a través del
puente nos cambiamos de costa pasando de norte a sur del rio. La ruta
frente a nosotros, completamente a nuestra disposición marchábamos
siguiendo por el sur el curso del rio Chubut. Al costado, las
instalaciones de las estancias, las arboledas y el ganado como han
estado allí por años, no tantos, porque a los occidentales les costó
mucho poblar estos lugares. Lo inhóspito del clima, las distancias, las
dificultades con los pobladores originarios con quienes no siempre hubo
entendimiento, a veces hubo guerra y muchos maltratos propios de una
época dura en la que las cosas se resolvían de otra manera. Todas las
cosas eran diferentes, por eso, merecen ser honrados unos y otros ya que
lo que somos hoy es el resultado de ese encuentro que los modificó a
todos. He la identidad de Patagonia, los ecos de ese encuentro perduran
en nuestra cultura de hoy con matices, algunas contradicciones y con un
gran futuro por delante, porque ese futuro depende de cada uno de
nosotros por sobre todas las cosas. Seguíamos exclamando "mirá allá",
"esas rocas", "ese cañadón", los choiques y al fin llegamos a Paso del
Sapo una localidad pequeña pero bien equipada, buenas casas y sobre todo
gasoil; llenamos, saludamos y pasamos el puente sobre el rio Chubut
hacia el norte. Cruzamos el segundo vehículo, una vieja F100 y se
vinieron de inmediato a mi memoria los ojos bien azules de mi tío Víctor
Prieto, él con su señora, Gloria Rodríguez, recorrieron de punta a
punta la Patagonia muchas veces hace más de cinco décadas atrás en una
de esas camionetas o en un Mercedes Benz muy paquete. Algo que muchos
consideraban una odisea, para ellos fue una manera de vivir la vida, a
pleno, como debe ser, sin dejar para después lo que vibra en tu
interior. Siempre que voy por estos caminos los evoco, lamento un poco
que ya no estén para contarles y me conforma que se los estoy contando a
ustedes. El camino, es el destino mismo de quien ama el viaje, y cada
kilometro nos ofrecía su encanto, derramando no solo color y formas,sino
proyectando ilusiones y recuerdos.
Paramos muchas veces a tomar alguna foto, a oler el campo, a nada, a mirar un coche abandonado al lado de la ruta. Cerca de medio día nos acercábamos a Jacobacci y la traza de las vías del tren nos dio la bienvenida. Estábamos escuchando la radio hacía rato, nos habíamos separado de los datos por diez días, nada nuevo, mejor la conversación, con mi señora conversamos muchísimo, la música y el sonido de las ruedas contra la piedra cortante del camino. Dimos una vuelta por el pueblo mirando los galpones, la estación y las casas de durmientes de los empleados del ferrocarril, pensando cuantas historias habrá detrás de esos muros. Cargamos combustible, buscamos donde comer y en la parrilla de Javier Ñancucheo nos sentamos frete a una botella de vino y una tele con programa de 4x4. Que mejor? una milanesa con huevos fritos y papas fritas, si, pero lo mejor fue la charla con Javier y su amigo Nir Weinberg. Nos contamos muchas cosas del camino, de las camionetas, del Dakar, de las motos con otro señor que estuvo un ratito. La hospitalidad no me sorprende pero me gusta mucho, Javier nos dibujó un mapa y se sorprendió que viajemos sin GPS. La verdad no los usamos para nada, yo pienso que mitigan el sentido aventurero porque ofrecen muchas certezas y así el recorrido se pone aburrido, desaparece la posibilidad de perderse y eso no es bueno para las emociones y para mantenerse atento a todo, lo que hace más atrapante el traslado.
Paramos muchas veces a tomar alguna foto, a oler el campo, a nada, a mirar un coche abandonado al lado de la ruta. Cerca de medio día nos acercábamos a Jacobacci y la traza de las vías del tren nos dio la bienvenida. Estábamos escuchando la radio hacía rato, nos habíamos separado de los datos por diez días, nada nuevo, mejor la conversación, con mi señora conversamos muchísimo, la música y el sonido de las ruedas contra la piedra cortante del camino. Dimos una vuelta por el pueblo mirando los galpones, la estación y las casas de durmientes de los empleados del ferrocarril, pensando cuantas historias habrá detrás de esos muros. Cargamos combustible, buscamos donde comer y en la parrilla de Javier Ñancucheo nos sentamos frete a una botella de vino y una tele con programa de 4x4. Que mejor? una milanesa con huevos fritos y papas fritas, si, pero lo mejor fue la charla con Javier y su amigo Nir Weinberg. Nos contamos muchas cosas del camino, de las camionetas, del Dakar, de las motos con otro señor que estuvo un ratito. La hospitalidad no me sorprende pero me gusta mucho, Javier nos dibujó un mapa y se sorprendió que viajemos sin GPS. La verdad no los usamos para nada, yo pienso que mitigan el sentido aventurero porque ofrecen muchas certezas y así el recorrido se pone aburrido, desaparece la posibilidad de perderse y eso no es bueno para las emociones y para mantenerse atento a todo, lo que hace más atrapante el traslado.
Dos horas de charlas, dejamos atrás la localidad
con sus trenes y grandes galpones y con el norte en el capo de la
camioneta buscamos los nombres que estaban en el mapa: Colan Conhue,
Aguada Guzmán y el Maruchito, este último un punto destacado del camino
donde todo buen paisano se detiene para dejar una flor, una tonada y/o
una oración por este joven santo de la estepa que cumple milagros y
ocupa el corazón de los habitantes de esta alucinante región. Hacía
mucho calor, miramos las flores, las carretas y en una bici que esta
colgada de un poste dejamos una calco de www.chupakabra.bike
y al llegar publicamos la foto vinculada a una interesante nota sobre
este personaje que vale la pena leer. Estando allí pasó un motociclista y
salimos de la alambrada que rodea el lugar rumbo a Cerro Policía. La
planicie que se eleva como un contrafuerte por el sur del paraje nos
sorprendió, la verdad que es que es mucho más corto el camino por este
lado, miramos y miramos desconfiados y luego la silueta del cerro que le
da nombre al lugar confirmó que estábamos muy cerca. LU5 en la radio de
la camioneta, escuchando a los colegas de los programas de la tarde,
como en los viejos tiempos, distancia, radio AM, soledad, Patagonia en
su más pura expresión.
Pasamos por Cerro Policía mirando las
casas que conocemos, el camino muy roto y cuando llegamos a las líneas
de alta tensión donde está el Ceferino y el desvío para Chocón y
Arroyito nos detuvimos. Debo aclarar que allí ya estábamos en terreno
muy conocido, el Chupa Kabra Bike, Doble Agonía, Malón Bike y otras
locuras nos han hecho conocer el lugar y a sus habitantes de muy de
cerca, hemos recibido su hospitalidad y apoyo en incontables ocasiones,
Salas, Martínez, Quiroga, Tripailao, Lauquen, Carú y otros puesteros
están allí donde mucha gente cree que no vive nadie.
Parados bajo
los cables decidimos que hacer, por donde ir, y la decisión se debió a
mi porfía de completar el recorrido por tierra, bajamos hacia la zona
del Anfiteatro por el camino desecho. Cañadones han ocupado su lugar, la
lluvia ha lavado la traza y en muchos lugares los arenales exigen usar
la 4x4. Laura tomó el volante porque le gustan estos caminos, son su
especialidad, yo al lado tomando fotos y pensando en un reclamo a
vialidad. A mi no me afectan, es cierto, hasta me gustan mas así, pero
aquellos que lo deben hacer por obligación seguro que si están afectados
y merecerían una pasadita de la Champion aunque sea una vez al año.
Los edificios de la ciudad y unas construcciones muy grandes y
blancas sobre la meseta indican la cercanía a Neuquén Capital. El camino
no daba tregua, malísimo, hasta que un momento llegamos a la curva
esperada que nos lleva hasta ver los techos del paraje Las Perlas, a lo
lejos las casas y el puente que reemplaza a esa balsa tan linda que se
llevó la imparable crecida del progreso. Como la disfrutamos y como la
insultamos cuando nos dejó del lado equivocado, tiempos con mas épica y
menos confort, imborrables memorias.
Ingresamos a la
urbanización habiendo cruzado solo nueve vehículos grandes y una moto,
todo un regalo. Nos llamó Javier de Jacobacci para saber como habíamos
llegado, eso, y los saludos a los coches en la ruta, esa costumbre que
ya no podemos practicar el las rutas superpobladas porque sería
peligroso, justifican mil veces haber elegido andar por el centro de la
Patagonia.
La multitrocha caliente superficie de asfalto de
cuatro vías de autos, es el último tramo hasta llegar a casa, a empezar
otra vez un nuevo plan de escape.
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